Diálogos con Felipe Matías Velasco
A
un siglo de Octavio Paz, a quien se lo llevó la chingada, como a Felipe Matías Velasco.
Luis Fernando Paredes Porras
Y hablando de madres, la
gente se asombra de la mía por varias razones, me quiero referir al asombro que
se genera cuando estamos juntos y nos ven, ya que mi progenitora es pequeña de
estatura, mide 1.49 mts – y conforme pasa la edad, mide menos - y yo mido 1.86 mts. – y comienzo a achicarme -
. Literalmente y tomando como criterio la estatura, tengo poca madre.
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Sostengo que toda mujer es madre de algo, pero entonces ¿qué
hace que una mujer sea madre? ¡que tenga un hijo!, podrían gritar muchos para
que se me quite lo ignorante, pero ¿de verdad la maternidad sólo se da cuando
se pare? ¡No, pues hay quien adopta! ¿Y quien no adopta, no pare, no es madre?
Parece entonces que la palabra
clave es “madre”, filosóficamente hablando,
claro está.
Dice la Real Academia de la Lengua: madre. (Del
lat. mater, -tris).
1. f. Hembra que ha parido.
2. f. Hembra respecto de su hijo o hijos. 3. f. Título que se da a ciertas
religiosas. 4. f. En los hospitales y casas de recogimiento, mujer a cuyo cargo
está el gobierno en todo o en parte. 5. f. Matriz en que se desarrolla el feto.
6. f. Causa, raíz u origen de donde proviene algo.
Estas definiciones además de
que reafirman que tenemos muchas madres, me han hecho comprender algo esencial
para nosotros los mexicanos, y que ya Octavio Paz en su libro “El Laberinto de
la Soledad” en el capítulo IV “Los Hijos de la Malinche” abordara. Lo que
escribió Paz, - a quien el mundo está recordando dado que se
cumplió el primer siglo de su nacimiento en días recientes - es:
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Esto lo escribió el nobel de
literatura mexicano en 1950 y hoy
“las malas palabras” están más vigentes que nunca: en las conversaciones
de los adolescentes, de los jóvenes, en las letras de canciones que incitan a
la violencia en todas sus formas, en los momentos de miedo o de ira que manifestamos como pueblo,
en los diálogos familiares.
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Dice Paz en “El Laberinto de la Soledad”:
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Y podrá pensarse de acuerdo a
lo leído hasta aquí: ¿qué se pretende, qué se busca, qué se esconde?, ¿de toda la obra de Octavio Paz, por qué elije
hablar de esta parte? Bueno, porque así somos los mexicanos y porque Paz mismo
me da pie al decir:
“¿Quién
es la Chingada? Ante todo, es la Madre. No una madre de carne y hueso, sino una
figura mítica. La Chingada es una de las representaciones mexicanas de la
maternidad, como la Llorona o “la
sufrida madre mexicana”…”
La lectura de la obra de Paz
es obligada para quien guste tratar de comprender nuestra idiosincrasia mexicana.
En nuestra región cuenqueña del Papaloapan, este pedazo de Patria, la gente oriunda atestigua el mismo placer verbal en todos sus
pueblos rivereños, ya que estamos viviendo en una franja cultural pícara y “chingona”.
En muchas librerías del país
y del mundo se puede comprar “el chingonario” de la editorial Algarabía y por
si no me cree, visite en las redes sociales su página del mismo título, en donde usted podrá comprar “si es un verdadero chingón, las tazas de
zodiacales del chingonario, todas con la descripción exacta de cada chingado
signo”.
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Y por si sigue pensando que
soy yo el malhablado, verifique la existencia del dominio chingatumadre.com, dominio propiedad de una empresa de publicidad.
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Dizque del verbo
“chingar”
es
descendiente directa
¿en
qué grado familiar?
tal vez su hija o su
nieta.
Lo que sí sé con certeza
su lugar de nacimiento,
la
considero de casa
pues
nació aquí, en Sotavento.
Y se ha hecho tan famosa
que
se oye en todo México,
y
de manera exitoso
acrecentó nuestro léxico.
Del habitante cuenqueño
es
alimento del día,
en
voz de los lugareños
ya
no suena a picardía.
Pues con ella engalanamos
nuestro
lenguaje sin par,
así
el ingenio aguzamos
y
empezamos “a chingar”.
El
que es bueno, es un “chingón”,
así
está clasificado,
el
que es malo sin razón
ese
es un vil “rechingado”.
Excelente es “chingonazo”
las
tonterías son “chinguetas”
un golpe es un “chingadazo”
“chinga
y chinga” es cantaleta.
“Chingonería” y “chingonada”
es
algo de lo mejor,
si
nos lleva “la chingada”
es
cuando nos va peor.
Si diste…¡pues ya “chingaste”
!pues
el que pega “chingó”
pero
si acaso perdiste
te
“chingaron” ¡sea por Dios!
Que mi verso es “chingolón”
¡carambas!
qué más quisiera
me
llegó la inspiración
y
escribí estas “chingaderas”.
La
“chingada” ¿qué será?
cuando
hay enojo o rencilla
toma
el lugar de mamá
y
a todos…¡mandan con ella!
Felipe
Matías Velasco.
La próxima vez que me manden
a “la chingada” puedo o no puedo ir. ¿Cómo saber si voy? Fácil, si me engancho
a la intención de quien me lo dice, si reacciono emocionalmente ante las
palabras y me ciega el entendimiento, si lo hago, entonces sí voy; pero si lo dejo ir, si no reacciono ante la
ofensa con otra ofensa, desactivo la intención, y puedo disfrutar, igual que
usted, del libro “El laberinto de la soledad” cuya lectura contribuye a explicarnos nuestra particular forma de ser.
“por una apasionada escritura con amplios
horizontes, caracterizada por la inteligencia sensorial y la integridad
humanística”.
Mientras tanto a los vivos,
la existencia se nos va en conjugar el verbo chingar, dándonos cuenta en
ocasiones que la lectura es una especial y sublime forma de diálogo.
Por eso,
en estos días, le pregunto …y usted … ¿va o no va? …a leer la obra de estos dos
grandes, Felipe Matías Velasco y Octavio Paz Lozano, claro está.