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lunes, 31 de marzo de 2014

Entre la chingada: Octavio Paz y Felipe Matías


Diálogos con Felipe Matías Velasco


A un siglo de Octavio Paz, a quien se lo llevó  la chingada, como a Felipe Matías Velasco.


Luis Fernando Paredes Porras




A usted le han mandado y sólo de su voluntad dependió ir o no ir;  con frecuencia me imaginan ahí, pero soy yo quien  decide hacer o no el viaje a este lugar inhóspito, porque irse a la chingada no es cosa fácil, es una cuestión de filosofía, que como ya se sabe, de la ciencia, es su madre.







Y hablando de madres, la gente se asombra de la mía por varias razones, me quiero referir al asombro que se genera cuando estamos juntos y nos ven, ya que mi progenitora es pequeña de estatura, mide 1.49 mts – y conforme pasa la edad, mide menos -  y yo mido 1.86 mts. – y comienzo a achicarme - . Literalmente y tomando como criterio la estatura, tengo poca madre.
Pero Madre… ¡sólo hay una!  …o al menos eso nos han hecho creer. Me explico: creo que todo ser humano es parido por varias madres, parido en sentido figurado,  donde las madres no son biológicas. La madre que nos engendró no nos enseñó todo, hubo otras mujeres y habrá, que nos ayuden a nacer de otra forma -también hay mujeres que nos matan y nos entierran o nos dejan tirados para que nos devoren los zopilotes y nos coman los gusanos a la vista de todos mientras los perros roen nuestros huesos – y esto, como ir o no ir a donde ya les conté, depende también de cada quien. Siendo así, permítame decir que la filosofía es una buena madre.





Sostengo que  toda mujer es madre de algo, pero entonces ¿qué hace que una mujer sea madre? ¡que tenga un hijo!, podrían gritar muchos para que se me quite lo ignorante, pero ¿de verdad la maternidad sólo se da cuando se pare? ¡No, pues hay quien adopta! ¿Y quien no adopta, no pare, no es madre? Parece entonces que la  palabra clave  es “madre”, filosóficamente hablando, claro está.

 Dice la Real Academia de la Lengua: madre. (Del lat. mater, -tris).

1. f. Hembra que ha parido. 2. f. Hembra respecto de su hijo o hijos. 3. f. Título que se da a ciertas religiosas. 4. f. En los hospitales y casas de recogimiento, mujer a cuyo cargo está el gobierno en todo o en parte. 5. f. Matriz en que se desarrolla el feto. 6. f. Causa, raíz u origen de donde proviene algo.





Estas definiciones además de que reafirman que tenemos muchas madres, me han hecho comprender algo esencial para nosotros los mexicanos, y que ya Octavio Paz en su libro “El Laberinto de la Soledad” en el capítulo IV “Los Hijos de la Malinche” abordara. Lo que escribió Paz,  -  a quien el mundo está recordando dado que se cumplió el primer siglo de su nacimiento en días recientes -  es:


“…palabras malditas que sólo pronunciamos en voz alta cuando no somos dueños de nosotros mismos. Confusamente reflejan nuestra intimidad: las explosiones de nuestra vitalidad las iluminan y las depresiones de nuestro ánimo las oscurecen. Lenguaje sagrado, como el de los niños, la poesía y las sectas. Cada letra y cada sílaba están animadas de una vida doble, al mismo tiempo luminosa y oscura, que nos revela y oculta. Palabras que no dicen nada y dicen todo. Los adolescentes, cuando quieren presumir de hombres, las pronuncian con voz ronca. Las repiten las señoras, ya para significar su libertad de espíritu, ya para demostrar la verdad de sus sentimientos. Pues estas palabras son definitivas, categóricas, a pesar de su ambigüedad y de la facilidad con que varía su significado. Son las malas palabras, único lenguaje vivo en un mundo de vocablos anémicos. La poesía al alcance de todos…”.





Esto lo escribió el nobel de literatura mexicano  en  1950 y hoy  “las malas palabras” están más vigentes que nunca: en las conversaciones de los adolescentes, de los jóvenes, en las letras de canciones que incitan a la violencia en todas sus formas, en los momentos de  miedo o de ira que manifestamos como pueblo, en los diálogos familiares.









Y sí, una de las frases lapidarias es “¡vas y chingas a tu madre!”. En mi caso particular,              - porque comencé hablando de mi madre -, he de reconocer que no me han mandado mucho a ese lugar – o me hago el occiso-  y que he respondido de diferentes maneras, ahora ya con indiferencia, pero en otros momentos  me “calaba”. Mi madre, que ya les dije que es poca, no ignora - como creo que toda madre mexicana lo sabe- que me han mandado a chingarla en incontables ocasiones. A ella, por fortuna no le afecta,  o al menos lo disimula como disimula tantas cosas que sólo las madres pueden disimular.


Dice Paz en  “El Laberinto de la Soledad”:
¡Viva México, hijos de la Chingada! Verdadero grito de guerra, cargado de una electricidad particular, esta frase es un reto y una afirmación, un disparo, dirigido contra un enemigo imaginario, y una explosión en el aíre…Con ese grito, que es de rigor cada 15 de septiembre, aniversario de la Independencia, nos afirmamos y afirmamos a nuestra patria, frente, contra y a pesar de los demás. ¿Y quiénes son los demás. Los demás son los “hijos de la chingada”: los extranjeros, los malos mexicanos, nuestros enemigos, nuestros rivales. En todo caso, los “otros”. Esto es, todos aquellos que no son lo que nosotros somos. Y esos otros no se definen en cuanto hijos de una madre tan indeterminada y vaga como ellos mismos”



Y podrá pensarse de acuerdo a lo leído hasta aquí: ¿qué se pretende, qué se busca, qué se esconde?,  ¿de toda la obra de Octavio Paz, por qué elije hablar de esta parte? Bueno, porque así somos los mexicanos y porque Paz mismo me da pie al decir:







“¿Quién es la Chingada? Ante todo, es la Madre. No una madre de carne y hueso, sino una figura mítica. La Chingada es una de las representaciones mexicanas de la maternidad, como la Llorona  o “la sufrida madre mexicana”…”











Y es ahí donde se relaciona con lo dicho en el principio de esta reflexión: ¡Madre solo hay una! y también el que estemos conmemorando los 100 años de haber sido parido Octavio Paz, a quien en 1998, un 19 de abril, la muerte se lo llevara a la chingada, es decir de retorno al origen.  









La lectura de la obra de Paz es obligada para quien guste tratar de comprender nuestra idiosincrasia mexicana. En nuestra región cuenqueña del Papaloapan, este pedazo de Patria,  la gente oriunda  atestigua el mismo placer verbal en todos sus pueblos rivereños, ya que estamos viviendo en una franja cultural pícara y “chingona”.




En muchas librerías del país y del mundo se puede comprar “el chingonario” de la editorial Algarabía y por si no me cree, visite en las redes sociales su página del mismo  título, en donde usted podrá comprar “si es un verdadero chingón, las tazas de zodiacales del chingonario, todas con la descripción exacta de cada chingado signo”.





Hace algunos años ¿quién no se  sorprendió al escuchar al grupo Molotov con  el coro de su canción “chinga tu madre”, o con las canciones del grupo “marrano”, o los narcocorridos, etc.? Por fortuna y orgullo personal,  no puedo citar canciones más actuales que son pedidas en los masivos conciertos de los grupos de banda, para desgracia de todos.






Y por si sigue pensando que soy yo el malhablado, verifique la existencia del dominio chingatumadre.com, dominio propiedad de una empresa de publicidad.





Lugar especial en esta nuestra cultura mexicana de chingar, es la obra de un cuenqueño ejemplar, cuya obra artesanal, literaria y ejemplo de vida atestiguan que fue un chingón y que, al igual que Paz, regresó a su origen, pero el primero de septiembre del 2012. Felipe Matías Velasco escribió uno de los poemas que explican el sentido del uso del verbo chingar  muchos años antes de que saliera el chingonario, porque esta región sotaventina mexicana, región de la tierra del maestro Matías Velasco, Tuxtepec, Oaxaca, a decir de él, es la cuna del asunto.



Dizque  del verbo “chingar”
es descendiente directa
¿en qué grado familiar?
tal vez su hija o su nieta.

Lo que sí sé con certeza 
su lugar de nacimiento,
la considero de casa
pues nació aquí, en Sotavento.

Y se ha hecho tan famosa
que se oye en todo México,
 y de manera exitoso
acrecentó nuestro  léxico.

Del habitante cuenqueño
es alimento del día,
en voz de los lugareños
ya no suena a picardía.

Pues con ella engalanamos
nuestro lenguaje sin par, 
así el ingenio aguzamos
y empezamos “a chingar”.

El que es bueno, es un “chingón”,
así está clasificado,
el que es malo sin razón
ese es un vil “rechingado”.

Excelente es “chingonazo”
las tonterías son “chinguetas”
un golpe es un “chingadazo”
“chinga y chinga” es cantaleta.

“Chingonería” y “chingonada”
es algo de lo mejor,
si nos lleva “la chingada”
es cuando nos va peor.

Si diste…¡pues ya “chingaste”
!pues el que pega “chingó”
pero si acaso perdiste
te “chingaron” ¡sea por Dios!

Que mi verso es “chingolón”
¡carambas! qué más quisiera
me llegó la inspiración
y escribí estas “chingaderas”.

La “chingada” ¿qué será?
cuando hay enojo o rencilla
toma el lugar de mamá
y a todos…¡mandan con ella!

Felipe Matías Velasco.













La próxima vez que me manden a “la chingada” puedo o no puedo ir. ¿Cómo saber si voy? Fácil, si me engancho a la intención de quien me lo dice, si reacciono emocionalmente ante las palabras y me ciega el entendimiento, si lo hago, entonces sí voy;  pero si lo dejo ir, si no reacciono ante la ofensa con otra ofensa, desactivo la intención, y puedo disfrutar, igual que usted, del libro “El laberinto de la soledad” cuya  lectura contribuye a  explicarnos nuestra particular forma de ser.













Leer lo que los grandes hombres y mujeres escribieron, además de recordarlos,  son bellas maneras de conmemorar  el día que los parieron. Hace 100 años nació el  maestro Octavio Paz, premio nobel de la literatura 1990:  




por una apasionada escritura con amplios horizontes, caracterizada por la inteligencia sensorial y la integridad humanística.









Mientras tanto a los vivos, la existencia se nos va en conjugar el verbo chingar, dándonos cuenta en ocasiones que la lectura es una especial y sublime forma de diálogo.


 Por eso, en estos días, le pregunto …y usted … ¿va o no va? …a leer la obra de estos dos grandes, Felipe Matías Velasco y Octavio Paz Lozano, claro está.









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